Esparcidas frente a la costa de Turquía, las islas del Dodecaneso y del Noroeste Egeo son las más meridionales de Grecia. Ambos grupos poseen una diversidad natural sin par que alterna los verdes valles con las montañas rocosas, las cuevas con los fiordos y hermosas playas con pintorescos puertos deportivos. Pero no sólo la naturaleza pone de manifiesto esa enorme variedad, sino también sus innumerables monumentos históricos. Desde la ciudad amurallada de los Caballeros de Rodas hasta el impresionante monasterio de San Juan en Patmos o la enorme escultura del filósofo Pitágoras que preside el puerto de Pythagóreio en Samos, todo nos recuerda la riqueza cultural e histórica de esta sorprendente región del Mediterráneo.
SYMI
A poca distancia de Rodas y muy cerca de la costa de Asia Menor se encuentra localizada Symi, una pequeña isla que cuenta con una de las zonas portuarias más bellas de Grecia: Gialós. La misma está rodeada de casas neoclásicas e iglesias que han sido construidas en la ladera de una colina dando al conjunto la apariencia de un anfiteatro lleno de luz y color.
La torre del reloj que se alza al lado este del muelle data de 1884. Es junto a él que atracan los cruceros y transbordadores.
Gialós está unida por una carretera y trescientos setenta y cinco peldaños de mármol a Chorió, la ciudad alta. Ésta última es un laberinto callejuelas y casas típicas. Symi cuenta con algunos pequeños museos y varias iglesias de interés. La iglesia de Megáli Panagía encierra un importante icono del Juicio Final de finales del siglo XVI pintado por Geórgios Klontzás. Pero el monumento más visitado de la isla es Moní Taxíarchi Michaïl Panormití, a tres kilómetros de Symi capital, un famoso lugar de peregrinaje de los marinos griegos.
PATMOS
La isla de Patmos, considerada por muchos como la Jerusalén del Egeo, cobró su importancia religiosa desde la llegada del apóstol San Juan en el año 95 d.C. y con la posterior fundación en Chora del monasterio que lleva su nombre, uno de los más ricos e influyentes de Grecia. Con sus torres y contrafuertes parece un castillo de leyenda.
La belleza natural de la isla compite con el misterio de su atmósfera apacible. Desde que uno arriba al puerto de Skála, lugar al que llegan los cruceros y transbordadores, pero también el sitio donde vive la inmensa mayoría de sus habitantes, se respira enseguida un aire de distinción y elegancia. Llena de tiendas, cafés y restaurantes, ésta es la zona más animada de toda la isla.
Desde Skála se puede subir por carretera o por un viejo camino empedrado hasta Chora para dar un paseo por sus tranquilas callejuelas, visitar algunos de sus muchos monasterios, capillas cristiano-ortodoxas y, por supuesto, el famoso monasterio de San Juan que corona el conjunto. Las vistas desde allí son impresionantes y resultan realmente inolvidables.
A mitad de camino en la bajada desde Chora hacia Skála se encuentra la iglesia de Agia Anna que data de 1090. En su interior se encuentra la cueva del Apocalipsis, en la cual se dice que San Juan tuvo las visiones que lo llevaron a dictarle a Prócoro, su discípulo, el libro de la Revelación. En ella se puede ver la piedra sobre la cual se supone que el libro fue escrito, e incluso la marca en la roca donde se cree que San Juan reposaba su cabeza mientras dictaba. Además, hay unos iconos del santo que datan de 1596 y una hendidura en la roca, aún visible en la actualidad, a través de la cual se cuenta que San Juan oyó la voz de Dios.
El mayor centro de veraneo de la isla de Patmos es Gríkos, situado en una preciosa bahía que ha sido denominada recientemente como la más bella del mundo. La misma tiene un playa de guijarros y está repleta de tabernas, instalaciones para deportes acuáticos y pequeñas barcas de pesca. No obstante, en realidad, la mejor playa de la isla es Psilí Ammos con una larga franja de arena fina y extensas dunas.
SAMOS
La isla de Samos era ya una potencia marítima en el siglo VII a.C., pero después de la caída de Bizancio sus habitantes huyeron de la furia de los piratas y quedó desierta hasta que fue repoblada nuevamente en el año 1562 por el almirante otomano Kilic. Durante el siglo XIX se enriqueció con la navegación y el tabaco. Samos pasó a formar parte de Grecia en 1912.
Vathy, también llamada Samos al igual que la isla, es su capital. La vitalidad de la ciudad se pone de manifiesto principalmente en su puerto. Es cerca de él donde se encuentran la mayor parte de las tiendas, restaurantes, bares y cafés que animan la vida tanto de los visitantes como de los propios isleños.
Ano Vathy se encuentra en lo alto, ajena totalmente al ajetreo turístico del extenso bazar situado en la zona portuaria donde se halla la Baja Vathy. La parte alta es la más tranquila y encantadora de Samos. Desde allí arriba se pueden contemplar las más espléndidas vistas panorámicas de la ciudad.
Es de destacar el Museo Arqueológico de Samos. El mismo contiene objetos de sumo interés arqueológico. Entre ellos destaca, en primer lugar, la mayor escultura de la antigua Grecia: un kourós de mármol del año 580 a.C. que tiene cinco metros de altura y está dedicado al dios Apolo. Además, entre otras muchas cosas, el museo cuenta con una colección de ofrendas votivas que está considerada como una de las más importantes de Grecia.
Kokkári es un pueblo encantador construido sobre dos promontorios. Sus dos playas pedregosas resultan perfectas para los surfistas y su colorido paseo marítimo, lleno de tabernas y cafés frente al Egeo, merece una visita y es una garantía de diversión para los amantes de la vida nocturna.
Pithagóreio debe su nombre al filósofo Pitágoras, nacido en el año 580 a.C. Siempre ha sido un importante destino turístico. Sin embargo, además de disfrutar de sus playas vale la pena visitar también la iglesia de la Metamorfosis, así como las ruinas de los baños romanos que se encuentran en el extremo oeste del pueblo, donde todavía se pueden ver algunas portadas en excelente estado de conservación.
Las islas del archipiélago de las Espóradas, situadas en la parte norte del Egeo, destacan tanto por su enorme verdor como por sus aguas cálidas y cristalinas. Se pusieron de moda durante los años sesenta y setenta cuando decenas de ricos y famosos comenzaron a aproximarse a sus costas en yates de lujo, deslumbrados por lo hermoso de sus paisajes y sus playas desiertas. Aunque en la actualidad no constituyen ya lugares tan exclusivos, continúan maravillando a todo aquél que las visita. Skiáthos y Skópelos son en la actualidad dos de las islas más visitadas de Grecia. En el año 2007, después de ser evaluadas junto a un gran número de otras islas para el rodaje de la película Mamma Mia, ambas resultaron elegidas como las locaciones principales del film, lo cual ha incrementado aún más su popularidad.
SKIÁTHOS
La isla de Skiáthos es uno de los destinos más codiciados en el norte del Egeo. A pesar del acelerado crecimiento del turismo, ésta conserva su encanto y ha logrado preservar sus paisajes. La capital de la isla es un enorme entramado de casas con tejados rojos ubicadas en un sinfín de callejuelas empedradas y laberínticas, donde abundan los restaurantes, bares, cafés y un gran número de bonitas iglesias y elegantes boutiques. La vida se centra en su hermoso paseo marítimo, siempre repleto de yates y epicentro de su febril actividad. La ciudad de Skiáthos tiene dos puertos separados por el islote de Bourtsi, donde una antigua fortaleza, actualmente convertida en centro cultural, acoge exposiciones, conciertos y obras de teatro, así como el Festival de Danza del Egeo. El islote está presidido por una estatua de Aláxandros Papadiamántis, el famoso novelista griego, cuya casa, hoy un interesante museo, puede ser visitada también a tan sólo unos pasos de allí. La belleza y la atmósfera cosmopolita de Skiáthos cautivan de inmediato a los visitantes.
SKÓPELOS
La isla de Skópelos, la más verde de todas las islas griegas, es un verdadero regalo a nuestros sentidos. Es importante destacar que, a pesar de su proximidad con Skiáthos, ésta no se ha rendido todavía al turismo y sigue conservando su espíritu isleño y un tanto rural. Su capital es en realidad un pueblo que exhibe con orgullo sus riquezas y cuyo ritmo predecible parece casi premeditado. Sus bonitas calles adoquinadas ascienden partiendo del puerto para formar un intrincado conjunto de casas pintorescas y encantadoras iglesias, desde las que resulta posible contemplar unas vistas maravillosas que luego nos acompañarán para siempre. Un penetrante olor a mieles y frutos frescos impregna cada rincón de Skópelos y constituye en sí mismo una promesa del estrecho contacto que el visitante tendrá con la naturaleza mientras permanezca en esta isla repleta de pinos, famosa en la Antigüedad por sus vinos y en nuestros tiempos por la extraordinaria calidad de sus frutos, la transparencia del mar en sus playas y lo exuberante de sus paisajes.
Estamos acercándonos al final de nuestro recorrido por el Egeo. En la próxima entrada nos detendremos en su primera capital, cantaremos con la perfecta acústica de un antiguo teatro encantado y nos despediremos de esta tierra llena de magia desde algunas de sus islas más hermosas.
Muchas gracias por visitar mi blog una vez más.
Hasta pronto.
Qué maravilla de presentación! Lo felicito por sus fotos, Antonio.
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Muchísimas gracias, estimada Giorgia. Me alegro de que le hayan gustado mis fotos.
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Antonio, cada nueva entrada en su blog me emociona más. Patmos es una de mis islas favoritas y Simi es una perla de verdad. Nunca estuve en Samos pero ahora quiero ir pronto. Gracias por amar mi país.
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Las gracias a usted, Demetrius, por siempre comentar en mi blog y darme aliento. Y también a Grecia que siempre me ha tratado tan bien. Un abrazo.
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Estupendo! Qué fotos! Cuánta belleza!
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Muchas gracias, Ana. Le envío un caluroso saludo.
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Muy buen post. Es un placer visitar su blog y viajar con la imaginación.
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El placer es mío cuando leo sus comentarios, estimado Marcel. Gracias.
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Llego un poco tarde a este post. No sé cómo se me pasó porque es estupendo.
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Nunca es tarde si la dicha es buena, Ewan. Y es muy buena. Gracias por su comentario.
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Me encanta su blog y me apunto en el viaje virtual. Felicitaciones.
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Muchas gracias, Josué. Es usted muy bienvenido.
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