La región del Egeo en Turquía cuenta con un rico pasado que abarca más de cinco milenios de Historia. Muchos pueblos, pero especialmente los griegos y los romanos, dejaron en ella su huella inconfundible a través de los siglos. No podemos olvidar que la mayor parte del territorio turco perteneció al Imperio Romano de Oriente y era la zona conocida como Asia Menor. Todas esas influencias heredadas continúan presentes aún en la actualidad y deslumbran por igual a visitantes y turcos. Quizá por esa razón casi un tercio de la población del país se concentra en la llamada Costa del Egeo.
Los complejos turísticos del Mediterráneo turco, como Bodrum, Marmaris y Kusadasi, cuentan con magníficas instalaciones, una animada vida nocturna y excelente comunicación por mar con algunas de las islas griegas. El animado puerto de Kusadasi, en particular, está a solamente hora en barco de Vathy, la capital de Samos, y eso lo convierte en el punto de entrada preferido por muchos visitantes provenientes de Grecia que desean conocer las cercanas las ruinas de Éfeso.
ÉFESO
La ciudad en ruinas de Éfeso es uno de los conjuntos arqueológicos más relevantes del mundo occidental. Fundada por Lisímaco, el sucesor de Alejandro Magno, en el siglo IV a.C, se convirtió bajo el dominio romano en el puerto más importante del mar Egeo. Sin embargo, su posterior decadencia se produjo precisamente como resultado de la gradual sedimentación del mismo puerto que la había lanzado a la gloria.
En ese mismo emplazamiento había existido con anterioridad una ciudad griega que llegó a ser muy famosa como centro del culto a la diosa Cibeles alrededor del año 1000 a.C. y de la cual no queda nada.
De todos los restos arqueológicos de la ciudad de Éfeso es indudable que el más espectacular es la Biblioteca de Celso. La misma fue construida por el cónsul Gayo Julio Aquila para su padre entre los años 114 y 117 a.C. El estado de conservación de su fachada casi nos permite sentir que estamos viajando en el tiempo. A pesar de los muchísimos daños causados en ella por los pueblos godos y por el terremoto que estremeció la ciudad en el año 1000, todavía al verla es posible imaginar lo que fue su grandeza.
Además de la célebre biblioteca, destacan el enorme teatro, edificado durante el período helénico y renovado más tarde por los romanos; la avenida de los Curetes, con sus mármoles y elegantes columnas; el templo de Adriano, erigido en 123 d.C. para conmemorar la visita del emperador y cuyos relieves aún pueden ser apreciados por los visitantes; pero, en especial, son destacables los bellos murales y mosaicos restaurados de las casas privadas de las familias adineradas de Éfeso, hoy convertidas en un interesante museo.
Éfeso jugó también un rol muy significativo en el desarrollo del cristianismo. Se cree que el apóstol San Juan llevó allí a la Virgen María en el año 37 d.C, tras de la muerte de Jesús, y que ella vivió sus últimos días en una pequeña casa situada muy cerca de esa ciudad. El lugar es en la actualidad un santuario conocido como Meryemana Kultür Parki y queda solamente a ocho kilómetros de Éfeso. Es un sitio de peregrinación tanto para cristianos como para musulmanes, en especial el día 15 de agosto de cada año.
SELCUK
Selcuk se encuentra en el camino hacia Éfeso. La ciudad está coronada por una ciudadela bizantina que data del siglo VI situada sobre una colina llamada Ayasoluk. La misma tiene quince torres en excelente estado de conservación y para tener acceso a ella es necesario entrar por una puerta bizantina también que se encuentra a los pies de dicha colina.
Justamente después de cruzar esa puerta el visitante se halla ante los restos de la antigua basílica de San Juan. La misma fue construida por el emperador Justiniano en el siglo VI sobre otro santuario anterior en el cual se dice estaba la tumba del apóstol, quien pasó sus últimos años en la ciudad de Éfeso. La visita a las ruinas de la basílica resulta realmente interesante y las vistas de Selcuk desde la colina de Ayasoluk son hermosas.
En Selcuk, aunque sólo sea por el placer de saber que un día estuvo en ese lugar, es posible visitar también los restos del Artemisión, el antiguo templo de Artemisa que fue una de las Siete Maravillas del Mundo en la Antigüedad. Lamentablemente, lo único que queda del mismo es una columna situada en medio de un prado bastante descuidado. De cualquier modo, vale la pena llegar hasta allí para dar rienda suelta a la imaginación.
IZMIR
Izmir, o Esmirna, es la ciudad más occidentalizada de toda Turquía. Tiene un profundo carácter comercial y goza de un ambiente multicultural. El perenne movimiento urbano existente en sus bulevares y arbolados paseos peatonales compite con el encanto de su largo paseo marítimo, repleto de cafés, buenos restaurantes y vida nocturna.
La torre del reloj de Konak fue construida durante la época otomana para que los turcos se habituaran al estilo de vida europeo basado en los horarios. Es muy elegante y constituye el símbolo de la ciudad. Comparte la misma plaza con la sencilla mezquita de Konak Camii, ornamentada con azulejos de Kütahya.
El Asansör es un ascensor en uso del siglo XIX que está al final de la calle Darío Moreno en el antiguo barrio judío de la ciudad. La vía debe su nombre a un famoso cantante de los años sesenta que adoraba Izmir. Si uno sube en él, al llegar arriba se siente premiado por las espectaculares vistas que ofrece el restaurante que se halla en lo alto.
PAMUKKALE
Este lugar tan hermoso resulta absolutamente insólito en medio del paisaje natural donde se encuentra situado. Está muy cerca de la ciudad de Denizli y es uno de los lugares más visitados de Turquía.
Las impresionantes terrazas blancas de travertino de Pamukkale han fascinado al hombre desde tiempos inmemoriales. Las mismas se originaron cuando el dióxido de carbono desprendido de los manantiales de agua caliente de la montaña fue formando depósitos de piedra caliza mientras descendía por las laderas de la misma.
Los sedimentos blancos de carbonato de calcio que han creado, uno a uno, los escalones en forma de piscinas naturales que hay sobre la meseta dieron nombre a este sitio. Pamukkale quiere decir en turco “castillo de algodón”, y es eso exactamente lo que parece esta montaña tan peculiar, un enorme castillo de algodón salido de algún cuento. Los poderes curativos de sus aguas le procuraron asimismo la fama por la cual ha sido un lugar tan apreciado desde la Antigüedad.

Junto a las ruinas de Hierápolis, Pamukkale fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988.
HIERÁPOLIS
Fueron precisamente las aguas termales de Pamukkale las que convirtieron a Hierápolis en un famoso balneario en la época helenística. Sus aguas ricas en minerales y el placer de poder descansar ante sus blancas terrazas atrajeron a visitantes desde todos los confines conocidos. Fue fundada con Pamukkale a sus pies por Éumenes II, rey de Pérgamo, y cedida más tarde a Roma en 133 a.C. Destruida por un terremoto posteriormente, fue reconstruida de nuevo y alcanzó su máximo esplendor hacia el año 200 d.C. Luego, en el siglo VI, quedó parcialmente sumergida por el agua y los depósitos de travertino, y entró en declive.
De las ruinas de la antigua Hierápolis destacan el hermoso teatro construido en la época de mayor gloria del balneario y el Arco de Dominiano.
Con la imagen de esta maravilla del arte universal terminamos nuestro recorrido por la Costa del Egeo. Espero que hayan disfrutado de este segmento del viaje por Turquía.
Cuando nos encontremos de nuevo estaremos envueltos por el misterio de uno de los más grandes escenarios de la Historia: la antigua ciudad de Constantinopla. Prometo que la visita a Estambul no los dejará indiferentes.
Hasta muy pronto, amigos.