Lisboa, la capital de Portugal, está situada en la orilla norte del estuario del Tajo, solamente a diecisiete kilómetros del océano Atlántico. El enorme terremoto del año 1775 destruyó la ciudad casi totalmente, por lo que su centro histórico, repleto de elegantes calles planificadas a la perfección, data del siglo XVIII. En las colinas que rodean la Baixa, o Barrio Bajo, las angostas calles del Barrio Alto y de Alfama completan la personalidad de la ciudad.
Desde la época de gloria vivida por Portugal como cabecera del comercio mundial después de los descubrimientos, Lisboa ha sido siempre un puerto muy importante. La Plaza del Comercio, frente al Tajo, conocida también como la Terreiro do Paco, debido a que ese espacio albergó el palacio real durante cuatrocientos años, es un testimonio del estrecho vínculo que existe entre la ciudad y su larga historia marítima.
La reconstrucción de la Baixa, tras el terremoto, constituye uno de los primeros ejemplos de planificación urbanística de Europa. El área es muy dinámica y está llena de plazas hermosas. Sobresale la Plaza Rossio, con sus dos bellas fuentes, que es un verdadero centro en la vida social de los lisboetas debido a sus muchos cafés, restaurantes y pastelerías; y además, por hallarse en ella el Teatro Nacional. Destacan más adelante la Plaza de los Restauradores, con su hermoso obelisco que conmemora la independencia de España presidiendo la Avenida de la Libertad. En esta avenida se encuentran construcciones tan magníficas como el bellísimo Palacio Foz o el monumento erigido a los caídos en la Primera Guerra Mundial.
La Plaza de Figueira fue otra plaza diseñada como parte del proyecto de reconstrucción del Marqués de Pombal para que fuera el mercado principal de la ciudad. En ella se puede apreciar en la actualidad la estatua ecuestre de João I, realizada por Leopoldo de Almeida en el año 1971. Resulta llamativo el incontable número de palomas que descansan casi siempre sobre su pedestal.
Lisboa es también una ciudad repleta de vistas panorámicas y parques en los que se puede descansar de los ruidos que son propios de los grandes centros urbanos. Un buen ejemplo de ello lo constituyen los jardines del Parque Eduardo VII. Las vistas de la capital portuguesa desde allí son verdaderamente impresionantes.
Otro lugar privilegiado para captar imágenes memorables de la ciudad es el Mirador de Santa Lucía, situado en la parte alta de Alfama, barrio fascinante en el cual nació nada menos que el fado lisboeta, la expresión más conocida de la música portuguesa a nivel internacional.
Dentro de las maravillas de Alfama se hallan las ruinas del Castelo de São Jorge. El rey Alfonso Henriques convirtió la ciudadela de la colina en residencia oficial de los reyes portugueses en 1147. Luego, en el año 1511, Manuel I mandó a edificar un lujoso palacio en el lugar donde se encuentra ahora la Plaza del Comercio y el castillo pasó a tener otros usos; entre otros, sirvió como depósito de armas, prisión e incluso como teatro. Después de la última reconstrucción iniciada en 1938, es posible subir a sus torres y pasear por sus murallas para disfrutar de algunas de las más espectaculares vistas de Lisboa.
La ciudad cuenta también con innumerables museos de enorme prestigio internacional. Entre ellos destacan las envidiables colecciones del Museo Calouste Gulbenkian, el Museo Nacional de Arte Antiguo y el Museo Nacional de Azulejos.
MUSEO NACIONAL DE AZULEJOS
Por su importancia y originalidad, admirar esta colección resulta indispensable para todo aquel que visite Lisboa. Doña Leonor, la viuda del rey João II, fundó el Convento da Madre de Deus de estilo manuelino hacia el año 1509. El mismo fue restaurado durante el reinado de João III en el estilo renacentista. Más tarde, con João V se acabó por añadir la decoración barroca. Los diferentes claustros del convento sirven de marco perfecto al museo. En sus diversas salas se recorre toda la historia del azulejo desde la época árabe hasta el siglo XX.
MUSEO CALOUSTE GULBENKIAN
El buen gusto del magnate petrolero Calouste Gulbenkian hizo posible esta colección que está considerada como una de las mejores de Europa. El legado del multimillonario permitió abrir las puertas del museo en 1969. El mismo se encuentra situado dentro de un hermoso parque, lo cual facilita que sus salas sean iluminadas con luz natural. A continuación se encuentra una selección de algunas de sus obras más relevantes.
Varios de los lugares más interesantes de Lisboa están en el Barrio Alto, el cual constituye por tradición la zona bohemia de la ciudad. Diseñado a finales del siglo XVI, es una de las áreas más pintorescas de la capital portuguesa. Por sus bonitas calles adoquinadas, repletas de bares, casas de fado y pequeños mercados, pululan tanto portugueses como extranjeros a toda hora, por lo que están siempre muy animadas. Es importante recordar que la visita a este barrio no será completa si no se admiran las espectaculares vistas de Lisboa y del Tajo que sólo pueden obtenerse desde el famoso Mirador de San Pedro de Alcántara. Sin duda alguna, están entre las mejores de toda la ciudad.
Chiado es, por el contrario, un área de boutiques, comercios elegantes y cafés tradicionales. Antiguo refugio de intelectuales, poetas y escritores, se ha convertido con el paso del tiempo en el distrito comercial por excelencia. El famoso Café Brasileira de 1920, con su fachada art nouveau, es todo un clásico y sentarse en él para saborear un buen café mirando pasar la vida es un asunto de honor.
Pero Lisboa es también una ciudad moderna. Basta con acercarse a la estación de metro diseñada por el arquitecto español Santiago Calatrava, que fue construida para la Exposición Universal en Lisboa, y luego recorrer algunas de las instalaciones realizadas para dicho evento para darnos cuenta de esa modernidad.
BELÉM
Una visita a Belém es absolutamente ineludible. Las pasadas glorias marítimas de Portugal están muy presentes en las extraordinarias edificaciones y monumentos que se encuentran en este sitio, entre las cuales destacan el majestuoso Monasterio de los Jerónimos, el Palacio Cor de Rosa, el Monumento a los Descubrimientos y la Torre de Belém. Es importante conocer también el Museo Nacional de Coches, el Museo Nacional de Arqueología, la Plaza del Imperio y la Plaza de Albuquerque. Uno no puede perderse tampoco la Antigua Confitería de Belém, un café del siglo XIX donde se venden los deliciosos pasteles de Belém, cuya receta secreta nadie ha logrado descubrir hasta la fecha.
FÁTIMA
El Santuario de Fátima es un importante lugar de peregrinación únicamente comparable con Lourdes en Francia y Santiago de Compostela en España. Una visita a esta hermosa basílica neobarroca, flanqueada por estatuas de santos y con una torre de sesenta y cinco metros de altura, es una experiencia sumamente interesante y muy fácil de llevar a cabo desde Lisboa debido a su gran proximidad. Lo más impresionante de la misma es apreciar la fe de los cientos de penitentes que se aproximan al templo de rodillas y ver los miles de velas que se encienden en la explanada que hay frente a la basílica, cuyas enormes dimensiones duplican las de la Plaza de San Pedro en Roma.
Aquí finalizamos nuestro recorrido esta vez. Como siempre, muchas gracias por seguir mi blog. Espero que lo hayan disfrutado.
Nuestro próximo encuentro tendrá lugar muy pronto. Aunque continuaremos en Portugal, estaremos ya muy lejos de Lisboa. La cita será en Funchal, la ciudad capital del paradisíaco archipiélago de Madeira.
Hasta muy pronto.